Presentación

Amigo, este espacio busca apenas hacer accesibles los textos que aqui van siendo publicados. A su vez, estos textos visan exponer elementos que faciliten el contacto y la reflexión sobre algo que consideramos esencial al Hombre: el desarrollo de su conciencia de si y consecuente realización de su naturaleza esencial, no dual. Por favor, no los toméis por aquello que no son, ninguno de estos textos presume de ser una obra y menos aún estar imbuído del espíritu de algo que haya que ser tomado como verdad incuestionable. Como mucho, pueden ayudar a comprender y realizar el conocimiento de algo, infelizmente, tan a menudo manipulado de forma superficial, fragmentada, confusa.
Estos no tienen derechos de autor, pueden ser leídos, copiados, manipulados e, incluso, es posible usurpar su valor. Que aquello que cada uno haga le ayude a conocer y a realizar su verdadera naturaleza. Es lo único para lo que importa dedicar, en definitiva, nuestro tiempo.
Que seáis felices!

Cartas Auto-Indagación


Estimado amigo,

tu carta rebosa inquietud. Me alegra que así sea. Al contrario de lo que parece ser tu sentimiento con respecto a ello, nada de negativo contiene. Si en realidad es tu intención dar inicio a un proceso de indagación profundo deberás empezar por tomarlo como algo intrínseco a la naturaleza humana. Lo suyo es justamente que si todo va bien, llega el día en que algo te hace percibir la inquietud. En cada uno de forma única… independientemente de la forma, lo particularmente fantástico es que tenga lugar: el momento más especial de la vida de uno.

Desde que el hombre es hombre, la inquietud respecto a la comprensión de su naturaleza le acompaña. En diversos momentos hay una señal interior que indica que uno no está en paz consigo mismo. En esa experiencia uno se da cuenta de sus acciones, reacciones… reconoce lo que hasta entonces entiende por sus emociones, sus necesidades, sus desequilibrios. Al comprender la inquietud lo comprende todo y todo cae por sí mismo. En ese momento uno toma su más importante y consecuente decisión.

Me gusta pensar que desde los primeros grupos humanos siempre hubo elementos del grupo a quienes estos aspectos les han interesado más y que les han dedicado observación e incluso lo han trabajado y transmitido. Pienso que de esa forma llegó a nuestros días el resultado de esos procesos, transmitidos de generación en generación.

La necesidad de conocer y organizar el mundo es intrínseca al hombre y ha estado presente en todos los grupos humanos a lo largo del tiempo. Aún al día de hoy pueden ser conocidos y estudiados algunos de esos esfuerzos cosmogónicos y organización y funcionamiento de grupos humanos existentes en la floresta amazónica y cuya percepción y vivencia es situada al nivel del paleolítico.

Estas primeras organizaciones y vivencias del ser persona con consciencia del medio y la inquietud por el todo, son, a todo título, de gran interés y nos ayudan a comprender la relación humana desde su condición intrínseca y a conocer su evolución desde su propia naturaleza, la humana.

Con respecto a tu propio proceso no te inquietes. Aprovecha esa primera inquietud. Es un muy buen momento. Aprovecha. Te aconsejo que pares, cuestiones, que escuches. Es de buen grado que acepto contribuir en lo que me sea posible. Te propongo que cuentes con esa posibilidad y no dudes en escribirme, sea para colocar cuestiones, sea para exponer tus dudas, sea para dar a conocer tus hallazgos. El primer paso, pienso, está dado. Ahora tómatelo en serio y vívelo hasta las últimas consecuencias.

Permíteme, sin más demora proponerte, el punto de partida para mi contribución a tu proceso de indagación. A la par de lo que te vaya pudiendo responder te enviaré algo más que considere oportuno y cuya finalidad será alimentar ese fuego que te propones dar inicio. Que arda. Que lo consuma todo es lo que deseo.

Lo primero que repropongo es que te preguntes: ¿Qué sabes sobre ti mismo? No solamente sobre la idea que tienes sobre ti, aquello con que te identificas y a que llamas “yo”, no. ¿Qué sabes sobre el hecho de que esa tu idea sobre ti mismo sea posible?

Para que tal sea posible ¿qué hay, qué y cómo se hace posible? ¿Desde dónde te es posible ser eso que tienes por “yo”? ¿Cómo puede algo tener la forma y la experiencia que percibes ahora? ¿Cómo has llegado tú a existir?

Y desde esa tu existencia tan real y palpable, ¿por qué razón sufres lo que sufres? ¿Cómo es que toma forma todo eso que sientes y que te altera y que te duele? ¿Cómo es que lo sientes? ¿Cómo es que no lo puedes evitar? ¿O será que sí, lo puedes evitar? Y ¿cómo? ¿Desde qué, desde dónde lo puedes evitar? ¿Será evitar? ¿Quién lo evita? ¿Quién eres en realidad?

Como puedes ver, en pocas líneas es posible darse uno cuenta de no saber nada de esencial sobre sí mismo, aunque ese sí mismo no sea más que apenas una idea.

¿Alguna vez te has parado a pensar sobre la base en la cual asienta tu idea del mundo, de cuanto percibes y de cómo te relacionas con él, con tu entorno?

¿Alguna vez te has parado a indagar sobre en qué se basa tu vida? El por qué haces lo que haces, cómo lo haces. ¿Sabes tú para qué lo haces? ¿Dónde te diriges? ¿Dónde vas? ¿Con qué finalidad?

¿Alguna vez has pensado sobre lo que es la vida? ¿Para qué sirve y cómo la estás utilizando tú?
¿Te das cuenta de cómo puede haber tantas cuestiones a las cuales todavía no has contestado en tu vida?
¿Qué has estado haciendo? ¿Cómo? ¿Por qué?

No hay ninguna duda sobre el hecho de ser posible vivir sin dedicarse o tener presentes por lo menos algunas de estas cuestiones. Es perfectamente posible vivir sin ellas. Pero, ¿a qué se llega y cómo se vive sin ellas? ¿Qué vida es esa? Y, viviendo estas cuestiones, indagando sobre ellas, solucionándolas, ¿a qué se llega, cómo se vive? ¿Qué vida es esa?

Tal vez creas que todo esto es demasiado. Te aburres. Tal vez pienses que es muy interesante pero que hay otras cosas más inmediatas a las cuales dedicar tu tiempo, tu atención. O que, simplemente, esto no es lo tuyo. Que, tal y como vives ya es suficiente o que ya te estás dedicando a cosas vitales dentro de las cuales, de cierta manera, todas estas cuestiones están ya incluidas.

No dudo de la veracidad de cada una de estas posibilidades. Al final, ¿para qué más si con estar bien, a gusto, llega?
¿Cuánto dura ese “estar bien”? ¿Cómo estás?
A principios del siglo XVIII, Lichtenberg, un inteligente humorista, decía que “cuando se considera la naturaleza como maestra y a los Hombres como oyentes, llegamos a una idea muy singular acerca del género humano. Estamos todos sentados en una misma clase, poseemos las premisas necesarias para percibir y captar pero, le damos siempre más atención a los chistes de nuestros condiscípulos que a la enseñanza de la maestra.”

En verdad, la tendencia parece llevar a que el ser humano se dedique con mayor ahínco a sobreponer sus ideas e intereses a la simple escucha de la naturaleza. Ideas e intereses esos creados y desarrollados, hay que decirlo, desde ideas pre-existentes, de conceptos, relaciones y objetivos en mayor o menor grado pre-establecidos, o sea, cogiendo e imitando de otros, metiéndose de lleno en el bullicio creado por la preocupación humana con respecto a su imagen, a sus ideas, sus intenciones, sus objetivos, sus teorías, sus, sus, sus… hasta el punto de no quedar ni tiempo, ni atención para nada más.

Al día de hoy, no contrariando a lo que se ha pensado y considerado en otros momentos de la historia y cultura humana, se defiende que las intenciones del Hombre son buenas. Pero, ¿no son buenas las intenciones del alumno que quiere caer bien a su condiscípulo? ¿Se podrá uno dar cuenta, en algún momento, de que, en “clase”, no tiene por que preocuparse con su imagen, con la imagen y actitud de los demás, que conocer, comprender y vivenciar la enseñanza que ofrece la “maestra” es lo único que lo cambiará todo, todo en esencia, como la enseñanza misma? Que lo único que hay que cambiar es ese juego de “mis” ideas, “mis” chistes, “mis” ideales, “mis” acciones…

Imaginemos una enorme y compleja cárcel en la cual, en la mejor de las posibilidades, un cierto número de presidiarios pretende establecer la libertad, no sólo para sí mismos sino para todos los demás. Pero, que en ningún momento se les ocurre salir del establecimiento penitenciario. Como si la “libertad” sólo tuviera razón de ser allí dentro y sin cárcel ¿para qué libertad? Como si la “libertad” sólo pudiera existir en la cárcel. Como si, al final, nadie pudiera siquiera imaginar otra posibilidad o llegar a tener la ocurrencia de acercarse a una ventana, aunque con rejas, y mirar hacia fuera.

Pero esta es la situación más sencilla. Luego está la comprensión de aquel que, habiendo escuchado a la “maestra”, descubre y vivencia que la naturaleza lo es todo, cárcel y fuera de la cárcel, pero que lo es antes de todo ese movimiento humano, antes de todas sus ideas, sus intereses y preocupación por su imagen.
Éste vivencia a la naturaleza donde ésta ha estado siempre, en su esencia.

Descubre que no hay que ir a ninguna parte, cambiar o manipular lo que sea, que la gran cuestión, tanto ruido y movimiento, se soluciona por sí sola si uno conoce, comprende y vivencia la sencillez, la atención, la simple presencia, impregnado de la enseñanza de la “maestra”. “Maestra” que siempre ha estado ahí, enseñando.

A menudo se debate al día de hoy sobre las condiciones de la enseñanza. Muchos defienden que hacen falta métodos más atractivos, hacen falta medios digitales interactivos, que el planteamiento debe consistir en conseguir llamar y captar la atención de los alumnos, alumnos que llegan al colegio con la mente y la voluntad previamente saturadas de multitud de estímulos, contradicciones, valores impregnados de la importancia de la imagen, de la idea que pueda ser transmitida hacia los demás sobre sí mismos, de la necesidad de llegar al éxito social y financiero y de que eso empieza ya a definirse en el colegio… que es su presente, su futuro.

Una vez más se debate sobre el ideal de la libertad en la cárcel y nadie se para, ni para escuchar lo que va diciendo la “maestra”, ni tampoco para acercarse a la ventana.
Lo que hace falta, no es captar la atención, es utilizarla.

Lo que hace falta no es captar el interés, es que haya espacio al interés.
¿Hay algo más sencillo que la escucha, que el estar?
La evolución de la especie humana lo ha hecho posible. Lo tenemos por premisa. Son condición integrante de nuestra vivencia misma.

¿Dónde reside la más valía en volverle espalda a estas premisas y capacidades que nos son naturales y pasar el tiempo ansiando redescubrirlas en circunstancias adversas?
Desde que el Hombre tiene consciencia de sí y posee la más valía del desarrollo que ha alcanzado se pregunta “¿Quiénes somos?”.

Pero, la mayoría se dedicó a utilizar esas mismas más valías para crear su propia idea de “quienes somos”, más aún, de “quién soy yo”.
Con eso construye su cárcel y después… después se dedica a idealizarla por pensamiento y acción. Y dentro de esa idealización… las revueltas, los ataques, las guerras, las revoluciones, etc.
Siempre ilusión, siempre sufrimiento.

Hace falta comprender que sólo hay una gran revolución: la sencillez.
El estar, sin más, escuchando la enseñanza de la naturaleza. Recuperar, por la práctica, la capacidad de estar, la atención. Estar sin más.
Parece lo más difícil del mundo y, en ciertas circunstancias, tal vez sea, en realidad, lo más difícil de lograr. Pero poseemos todas las premisas para conseguirlo. Es intrínseco a nuestra naturaleza humana y es intrínseco a la esencia natural de todo.

En nosotros mismos están ya todas las herramientas que necesitamos para lograrlo. No es un ideal, es nuestra propia naturaleza en particular.

Ya que hemos venido a clase… ¿por qué no simplemente estar, escuchar?
Haciéndolo conoceremos, comprenderemos y la vivencia de la naturaleza esencial se hará efectiva. Sin cárcel.

Bien, amigo mío, me he extendido bastante. Quédate con esto, pienso que será suficiente para dar inicio a tu indagación. Aprovecha el momento, permítetelo, permítetelo. Que seas feliz.
Joao
Estimado amigo,

Tus cuestiones no son inesperadas. Déjame que te diga que en nuestra asombrosa capacidad mental, en el extraordinario nivel de desarrollo a que ha llegado la especie humana, residen, también, nuestras propias limitaciones, nuestros múltiples obstáculos.

Esa magnifica mente humana se hizo vía abstracta y puerta metafísica que ningún otro ser vivo en la Tierra puede ni siquiera presentir. Pero, también en ella, en su abstracción y capacidad metafísica, el miedo, la angustia, la creación y manipulación de ideas, conceptos, asociaciones mentales que han llevado al Hombre, de manera continuada, a manipular, denegar, cerrar, violentar, intolerar, matar…

Al día de hoy, las limitaciones generadas por esta condición que es la nuestra, siguen siendo el principal obstáculo para conseguir transcenderla, tendencialmente hundidos en las maravillosas posibilidades del elevado nivel alcanzado por el complejo cerebro humano y sus funciones, que encierra en sí mismo el paradigma de los paradigmas de la humanidad:

Una sola puerta, una sola llave, una misma posibilidad.

Y en esa misma posibilidad, el movimiento personal que hace, en cada uno, de esa puerta una vía de apertura o de clausura y lo lleva a vivir en libertad o en una celda.

Todo depende de qué termine materializado en su acción, vivencia y comprensión, cada uno… “puerta”.
Sea cual sea nuestra intención, la idea sobre nosotros mismos, lo que entendamos por eso, se hace esencial saber y ser consciente de ¿qué somos?, ¿que hay y conforma eso que entendemos por “yo”, por nosotros, especie humana?

Pero, antes de nada… ¿Queremos realmente saber qué somos?
Para ello es conveniente que esa búsqueda no se hunda en las motivaciones del buscador mismo, sea hacia aquello que llamemos “ciencia”, sea hacia lo que llamemos “espiritualidad”.

Notad que la pregunta consiste en “qué” y no en “quién” somos. Nada de lo que podamos construir será, en realidad, alguna vez, la razón última que nos da forma a nosotros y a todo lo demás.

La idea que podamos construir sobre nosotros mismos y de nuestro entorno será siempre “nuestra idea”, nacida de nuestras intenciones, nuestros objetivos, nuestras culturas, conceptos, asociaciones… esa será siempre nuestra gran imposibilidad, nuestro gran obstáculo.

Ni la lógica, ni los dioses son más que parte de la extraordinaria posibilidad que proporciona el desarrollo de ese órgano que es el cerebro humano. Ese órgano, nos hace posible llegar a la comprensión capaz de transcender, en definitiva, la condición humana, ella misma, y todo ese recorrido que nos ha traído hacia hoy; nos lo hace posible, no es la realidad última en sí misma y, conviene tenerlo bien presente, encierra, al final, en toda su extraordinaria posibilidad, nuestra mayor e ineludible trampa.

Parece lógico que nos sintamos gratos por aquello que el cerebro hace posible en la vida del ser humano pero, queramos o no, el cerebro y sus posibilidades de percibir, gestionar y recrear la vida, no son la vida misma. En última instancia, somos con el cerebro, no el cerebro.

Queriendo saber lo que uno es, en realidad, hay que observar el “ahora”.
En la profunda atención de ese “ahora”, uno encuentra, mejor es decir “reencuentra” no sólo lo que “es”, sino lo que siempre ha sido.

En ese “ahora”, todo sin excepción, está contenido en su realidad primera, esencial. La realidad antes de percibida e interpretada por las estructuras del cerebro humano. Donde ha estado siempre, ahora.

Quédate con esto por hoy amigo mío. Espero que te resulte de utilidad y que tu indagación sea fructífera. Que disfrutes de la vida.
Estimado amigo:

No pocas veces nos gustaría que todo cambiara en nuestro día a día, en nuestro entorno, en nuestras vidas. A cada momento algo diferente, según nuestro propio interés, según nuestra voluntad.

Con nuestra supuesta práctica de la meditación o del autoconocimiento, pasa a menudo lo mismo. Estamos más involucrados en conseguir un cambio, en conseguir aquello que nos parece que debería ser conseguido y olvidamos por completo la atención, el estar en consciencia.

Innumerables horas de aquello a que llamamos “meditación” se hunden en esto. Deseamos el cambio en nuestra práctica, en nuestra vida, en la sociedad misma, en el mundo pero, continuamente olvidamos o no llegamos a darnos cuenta de que, para ello, hay que abandonar nuestras propias costumbres, abandonar nuestro estar y hacer por hábito y, sin duda, abandonar ese querer simplemente que todo cambie sin que eso nazca de nuestro propio estar, hacer, de nuestra consciencia práctica. Para que todo cambie en tu vida, en el mundo, basta con un único cambio, el tuyo.

¿Cuánta gente desea, cada día, que todo cambie en su vida? Pero no un cambio cualquiera. Desean un cambio especial, mejor sería decir un cambio de veras especial y particular: que todo cambie sin necesidad de cambiar lo que sea. En verdad tiene hasta cierta lógica. ¿Qué, en nuestra mente, no tiene lógica? Si nos tenemos por aquello que tomamos por “yo”, ya sean hábitos de pensamiento, estructura social, costumbres, gustos, deseos, etc., pues lo más lógico, siguiendo esa línea, es que deseemos que todo cambie a mejor menos todo aquello que tenemos por “yo”, una vez que nos queremos tanto y deseamos que eso que somos disfrute de una vida mejor. Y si eso que somos no cambia, pues justamente es quien desea disfrutar de una vida mejor, ¿qué es lo que tiene que cambiar? Todo lo demás, contestará la lógica. Y, ¿qué es lo demás? Demasiada cosa y muchas que desconocemos por completo, así que lo mejor es que cambie solamente aquello que no nos gusta, que no nos vaya bien, que nos dificulte la vida. Y, ¿eso qué es? Hoy esto, mañana aquello, ahora mismo algo que mañana, pensándolo mejor… Lo mejor sería cambiar, a grosso modo, aquellas cosas más continuas y bloqueadoras. Y ¿dónde están esas cosas? ¿Cómo surgen? ¿De dónde?

Investígalo desde tu propia acción. En ti lo podrás ver todo.

Buen trabajo. Abrazo fuerte.
Disfruta de la vida.



Estimado amigo:

Nada está separado. Nada es simplemente por sí mismo más que en la esencia misma que lo es todo y en todo momento. Desde nuestra costumbre, desde nuestra forma de pensar, de esperar, organizar y exigir, ¿cómo verlo, cómo conocerlo, cómo comprenderlo?

No es una fatalidad. Tampoco nos encontramos condenados a padecer las consecuencias de tal limitación, de su parcialidad, de su ignorancia.

Conformados por nuestra naturaleza y sus avatares, jamás dejamos la condición de seres vivos y humanos, esa condición que nos dota de condiciones y capacidades a través de las cuales percibimos y conformamos la “realidad”.

A día de hoy sabemos y comprobamos con recurso a los métodos científicos de la ciencia contemporánea, que cuanto percibimos y tomamos por real no es ni universal entre los seres vivos ni tampoco entre la propia especie humana. Después de siglos, milenios, de diverso totalitarismo persecutorio, poco a poco, la sociedad humana viene conquistando el sentido de lo relativo y, aunque nos cueste a muchos todavía admitir, el sentido común.

Nada en nuestras vidas y en nuestras sociedades se vuelve definitivo, incuestionable, por el contrario, la historia de la naturaleza y la del hombre, nos lo demuestran en cada momento, en cada dato. Existe un movimiento continuo, una infinitud de complejos procesos, multitud de momentos que tal como surgen, desaparecen y no vuelven a tener lugar en su singularidad.

Todo en la vida es complejo y diverso. El ser humano, como todo lo demás, es un producto no definitivo o terminado de esa misma complejidad. Complejidad que lo llevó a la posibilidad de relaciones y sucesos cada vez más amplias, profundas y, ¿cómo no?, más complejas aún.

Para hablar sobre la posibilidad de la realización personal, del equilibrio, de la conciencia, hay, necesariamente que hablar y conocer el hecho de ser este ser vivo que se hace de todos esos condicionantes, que los incorpora, y cuya realidad personal, social y humana nace, a cada momento, de la posibilidad y condición de ese cruce del cambio, del movimiento continuo, del hecho de que todo lo de hoy viene de todo lo anterior, de su rastro, de esa dinámica. Y, para ello, hay que hablar y conocer la vida; y para hablar y conocer ésta, hay que hablar y conocer la naturaleza.

Te dejo con esto. Sigue. Abrazo fuerte.

Disfruta de la vida.